La molécula de la vida II

Contenido

fondo adn 36845 466

LA MOLÉCULA DE LA VIDA (II)

En 1953 Stanley Miller, recién graduado en ciencias en la universidad de California, intentó comprobar la teoría de Aristóteles de la abiogénesis o de la generación espontánea, que nos decía que podía surgir vida compleja, animal o vegetal, a partir de la materia inorgánica. Para ello creó una especie de terral donde se reprodujeran las condiciones de la tierra hace 3.500 millones de año, con agua en abundancia y otros componentes como hidrógeno, metano, amoniaco… además de producir descargas eléctricas frecuentes.

Al finalizar el experimento se habían creado algunas moléculas orgánicas e incluso aminoácidos simples, todo un éxito, pero no se consiguió que se formara ADN ni ARN y tampoco proteínas ya que es el ADN el que tiene que dirigir su formación. La teoría de Aristóteles sobre la generación espontánea de la vida, simplemente, no era correcta.

Ya comentamos como la vida surgió gracias a la aparición del ADN y del ARN, ambas formadas por ladrillos estructurales que son los nucleótidos y que se asociaron entre ellos de una forma determinada que hace que fuera imposible que dicha asociación se debiera al azar, sino que tuvo que realizarse según un orden dado por lo que llamaremos la “Inteligencia creadora”, es decir, por un dictamen ajeno a ellos. La secuencia de los nucleótidos que van a tener después una finalidad específica es imposible que pudiera realizarse por simple azar ni en billones de años.

Las primeras asociaciones de nucleótidos dieron lugar a los viroides (200 a 2.000 nucleótidos) y a los virus (10.000 a 2,5 millones de nucleótidos). No se les considera seres vivos debido a que no poseen metabolismo y necesitan de una célula para su reproducción.

«Inteligencia creadora»

Pero si tenemos que admitir que poseen inteligencia ya que constituyen genes (grupo de nucleótidos) con funciones específicas y además poseen la capacidad de mutar siempre para alcanzar nuevos objetivos funcionales, todo ello gracias a esa “Inteligencia creadora” responsable de toda la creación, es decir, cada vez que sufren una mutación o crean un gen nuevo no es por el azar sino con una finalidad específica y gracias a una información que es ajena a ellos.

Podríamos decir que estas moléculas de ADN o de ARN son antenas sensibles a la información procedente de esa “Inteligencia creadora

Solo en la última “epidemia” del virus del ébola (uno de los virus más pequeños que se conocen con solo 19.000 nucleótidos) en Sierra Leona, se encontraron más de 300 mutaciones del virus durante el periodo de estudio desde el comienzo de la misma. Es decir, según la ciencia actual, los virus no poseen vida, pero si tendremos que atribuirles inteligencia para mutar y para crear genes con finalidades establecidas por la mutación.

En los virus gigantes descubiertos en los últimos años o “girus” también se ha encontrado que pueden desarrollar genes para objetivos precisos, cuando se les necesitan, por sí mismos. Gracias a estas partículas inteligentes aparecerían posteriormente las primeras formas de vida.

Existen 10.000 millones de virus en 1 litro de agua del mar; 1.000 millones en cada gramo de tierra; caen 800 millones de virus desde la atmósfera en cada metro cuadrado de nuestro planeta cada 24 horas. Los expertos nos dicen que solo en los mamíferos deben quedar unos 320.000 virus por descubrirse.

Se calcula que en el planeta tierra existen un numero de virus igual a un 1 seguido de 31 ceros. Si los pusiéramos uno encima de otro formarían un pilar de 105 millones de años luz (la estrella más lejana de la osa mayor, esta solo a 55 millones de años luz; Plutón, el ultimo planeta del sistema solar, está a 6 horas luz).  No pueden ser dañinos para el hombre y la vida, simplemente nos ganarían por una mayoría escandalosa y abrumadora.

Todos ellos poseen funciones específicas que van desde la formación de las gotitas de agua que van a formar las nubes, o a ser responsable de la cristalinidad del agua del mar que permite que la luz del sol penetre en ellas y cree vida, hasta la asimilación del nitrógeno por las plantas gracias a los fagos (virus que destruyen bacterias y permiten que las plantas absorban elementos nutricios de ellas), es decir, resultan fundamentales para la vida y el gran ecosistema que representa la tierra (hipótesis Gaia).

No pueden existir objetivos o finalidades en virus o viroides que vayan en contra de este gran ecosistema que es la tierra. No pueden ser perjudiciales para nada y obedecen a la intencionalidad de esa misma “Inteligencia creadora” responsable de todo.

Hace unos 3,5 millones de años aparecieron las células procariotas, células sin núcleo (bacterias), y con ellas la vida propiamente dicha, gracias a la colaboración de los virus y otras asociaciones del ADN y ARN como ribozimas, viroides, plásmidos, etc.

Una vez aparecidas las bacterias, durante 2.000 millones de años la tierra fue solamente para ellas y aprendieron a vivir en todas las condiciones posibles del planeta. Pero cada vez que necesitaban adaptarse a unas nuevas condiciones ambientales necesitaban una mutación de su ADN que les permitiera esas nuevas propiedades necesarias, estas mutaciones se realizaron siempre a demanda de la nueva situación que se encontraban, nunca por azar y siempre gracias al dictamen de la misma “Inteligencia creadora”.

Variabilidad y adaptabilidad

La variabilidad y adaptabilidad de la molécula de ADN para dichas adaptaciones fue, simplemente, inimaginable para nuestra mente y conocimientos.

La adaptación de dichas bacterias a nuestro planeta hizo que aparecieran entonces múltiples colaboraciones y simbiosis entre ellas por lo que en la actualidad reciben el nombre de “comunidades bacterianas”. En la naturaleza no existen cultivos puros bacterianos y necesitan de las colaboraciones mutuas para sobrevivir.

Su variabilidad es tan enorme que para que dos bacterias sean consideradas de la misma familia solo necesitan tener un 70 % de su genoma similar. Aclaremos, que atendiendo a esa misma evolución del ADN, el hombre tiene cerca del 99 % de su genoma similar al del simio, del que se separó hace tan solo 6 millones de años.

Evolución bacteriana

Tener un 70 % del genoma similar a nivel evolutivo no quiere decir nada, pero no podemos comprender 2.000 millones de años de evolución bacteriana en el poco tiempo que llevamos estudiándolas. Tengamos en cuenta que, si pasáramos toda la evolución de la vida en la tierra a un día de 24 horas, el hombre habría llegado tan solo 1,7 segundos antes de la media noche y, sin embargo, somos el producto y la cúspide de dicha evolución.

Se conocen menos del 1% de las bacterias que existen en la tierra. Existen 1.000 millones de bacterias en cada litro de agua y hasta 100 millones en cada gramo de tierra. En el cuerpo humano existen unos 100 billones de células y unos 1.000 billones de bacterias, 10 bacterias por cada célula, que, además, viven gracias a esas bacterias. El peso de las bacterias que existen en el planeta supera al peso de toda la masa vegetal (árboles, plantas, cultivos, etc.) existentes en el mismo.

Realmente espero que no tengan malas intenciones con nosotros porque, al igual que los virus, nos ganarían por abrumadora mayoría.

Gracias a la colaboración entre ellas y a que una bacteria llamada mitocondria colonizo a otra célula procariota proporcionándole la energía necesaria para su existencia, surgió la célula eucariota (con núcleo) de la cual provenimos todas las demás formas vivientes que habitan la tierra.

Una vez aparecida la célula eucariota durante otros mil millones de años solo aparecieron en la tierra seres unicelulares: es decir, de una sola célula (algas unicelulares, hongos unicelulares y protozoos o animales unicelulares). La información que recibía su ADN procedente de la llamada “Inteligencia creadora” era la de replicarse solo individualmente con las mutaciones necesarias para crear el amplísimo mundo eucariota unicelular.

Explosión cámbrica

Hace unos 540 millones de años se produjo lo que se le ha dado en llamar la “explosión cámbrica” para indicar la aparición brusca, en un muy breve periodo de tiempo de todas las formas de vida pluricelular, plantas y animales, que pueblan hoy nuestro planeta. Esto quiere decir que esa “inteligencia creadora” en un momento determinado da unas instrucciones nuevas a la molécula de ADN para que cree muy diferentes tipos de células, que se asociarán entre sí y formaran la enorme complejidad y variabilidad de células que forman el mundo vegetal y los animales superiores.

Aún no podemos comprender como a partir de una sola célula y un solo ADN, llamada “cigoto” (célula que resulta de la unión de las células sexuales masculina y femenina y a partir de la cual se desarrolla el embrión de un ser vivo) pueden surgir la enorme variabilidad de las células corporales que nos forman.

Por todo ello me gustaría terminar con una frase del Prof. Máximo Sandín (Prof. de Evolución Humana y Ecología en la Universidad Autónoma de Madrid) que nos dice:

            “La guerra permanente contra los entes biológicos que han construido, regulan y mantienen la vida en nuestro planeta es el síntoma más grave de una civilización que camina hacia su autodestrucción”. 

Como decía Albert Einstein refiriéndose a la creación:

“Dios no juega a los dados”

Dr. Salvador Gutierrez Rodríguez de Mondelo

Vídeo del Dr. Salvador: Hablando del ADN

¡Comparte este artículo!
Facebook
Twitter
LinkedIn

Lo último

Los más populares

¡Reserva tu plaza ahora!

Tanto si quieres reservar tu plaza ahora como si necesitas más información, puedes enviarnos un mensaje a través del siguiente formulario: